Todos en el mismo barco

El planeta Tierra es el navío que nos ha tocado –a los que ya se fueron, a los que estamos y a los que vendrán– para hacer nuestro viaje de algunas décadas alrededor del sol en algún lugar del universo.

En él cada roca, cada pasto y cada árbol, cada animal y cada mota de polvo cumplen su función para mantener al barco a flote y en equilibrio. Amigos, “estamos todos en el mismo barco”. En estos tiempos en que todo pasa tan vertiginosamente, el ser humano, que no es el centro ni el dueño del mundo, debe reflexionar imperiosamente sobre esta realidad cósmica.

Como quise simbolizar en la imagen que acompaña a estas líneas, cada animal entrampado, cazado o enjaulado se lleva consigo parte del entorno que lo alberga, que también compartimos. Las aves son comedoras de toneladas de insectos, polinizadoras, podadoras naturales, remueven y airean el suelo. Especies de mamíferos de distinto porte cumplen funciones similares y nos ayudan y acompañan. Especies de insectos también tienen su tarea útil e irreemplazable. Así también los microorganismos, anfibios y reptiles. Entre todas cierran los ciclos bio-geo-químicos que mantienen al planeta en funcionamiento y que ven hoy tambalear su equilibrio como un castillo de naipes.

Tan importantes son estas cuestiones que cada vez más las naciones han generado y están generando legislación que las proteja. En Argentina la Ley Nacional 22.421, de Conservación de la Fauna Silvestre, tiene cuatro artículos, del 24 al 27, que son anexos del Código Penal y por lo tanto de aplicación en todo el país. Otras leyes ambientales protegen vegetación y ambientes. Sin embargo, una vez más, son el conocimiento y la responsabilidad individual y colectiva los que tienen mayor peso. Si cada uno aporta su cuota de respeto por la vida que nos lleve a no intentar extraer del ambiente un pedazo, nuestro barco podrá a su tiempo ir recobrando el equilibrio perdido.