Los territorios rurales devenidos en turísticos requieren de su integración con los espacios urbanos para contar con una demanda que los sostenga en el tiempo.
El nuevo espacio rural productivo presentado en el artículo anterior, también ha sido invadido por infinidad de actividades turísticas y recreativas, como, por ejemplo, actividades que dependen de la naturaleza (turismo de caza y pesca), otras que son independientes del tipo de espacio, como el turismo religioso (retiros espirituales), y otros que dependen de la ruralidad, como el turismo de estancias. A fin de clarificar el universo de estilos posibles para practicar turismo en el ámbito rural, identificaremos las siguientes modalidades: turismo de estancias, agroturismo, emprendimientos productivos, y pueblos y parajes rurales.
¿Qué es el agroturismo? Es fundamentalmente una propuesta de disfrute del tiempo libre ligada a una explotación agrícola o ganadera. Es un ejemplo del beneficio económico del turismo como complemento de las rentas agrarias. El propio agricultor o ganadero aloja a los turistas en habitaciones en su vivienda o en viviendas aledañas en su predio, haciéndolo participar en las tareas propias del campo, como espectador o protagonista. En Argentina algunas propuestas de turismo de estancias se asemejan al agroturismo o, por el contrario, pueden constituirse en algo totalmente diferente cuando se explota solamente el casco de una estancia para alojamiento o eventos, orientándose a una oferta de tipo urbana pero en ámbito rural.
Los parajes o pueblos rurales son pequeños núcleos de oferta de servicios a cargo de la comunidad rural que facilitan la atención del visitante. Su importancia radica en ser un vehículo para mantener las poblaciones en áreas económicamente poco desarrolladas y de esta manera garantizar el mantenimiento del patrimonio cultural y medioambiental local.
Los emprendimientos productivos relacionados con las actividades económicas primarias y de industrialización también convergen en esta clasificación, tal como las plantaciones de arándanos, de kiwi, la recién declarada Fiesta Provincial del Kiwi en el paraje Macedo, en Madariaga, viñedos que incorporan las visitas recreativas a las plantas de producción y que ofrecen alojamiento, gastronomía y actividades, conformando rutas turísticas en el territorio. Algunos casos interesantes están representados por la ruta del vino en Mendoza y recientemente la ruta del café en Colombia, que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Por todo lo expresado se considera que, en la actualidad, el turismo rural tiende cada vez más a diferenciarse del tradicional turismo de estancias incorporando nuevas ofertas recreativas vinculadas con la ruralidad. Entre las actividades más demandadas por los visitantes figuran paseos en carreta, safaris fotográficos, caza, avistaje de flora y fauna, labores de campo, caminatas, cabalgatas, navegación, escalada, pesca, gastronomía, compra de artesanías, fiestas rurales, espectáculos, museos y pulperías.
Las cuestiones presentadas permiten acercarse a una conceptualización del turismo rural como “una modalidad turístico-recreativa que se desarrolla en espacios rurales o rur-urbanos con la motivación de conocer, compartir, aprender y disfrutar paisajes, costumbres y tradiciones propias de la ruralidad de cada región, a través de la participación en actividades recreativas, productivas y culturales, que respeten la identidad cultural de las comunidades y pueblos rurales, y el cuidado del medio ambiente” (definición de la Fundación Roturar-Turismo Rural).
Entre sus componentes primordiales se puede destacar el espacio/territorio objeto de las prácticas turísticas, tanto aquel espacio que se encuentra en la periferia de las áreas urbanas (rur-urbano) o aquel más alejado de ellas; la motivación por redescubrir la identidad de lo rural en el uso del tiempo libre; y el compromiso tanto del que hace la gestión del emprendimiento cuanto del que participa del disfrute de la actividad, de privilegiar el respeto hacia la sociedad local y el cuidado del ambiente.
Afirmar que el turismo rural es un turismo sostenible respetuoso con el medio ambiente y la cultura local, constituye una expresión de cómo debería desarrollarse el turismo rural, pero no implica que todos los desarrollos turísticos rurales respeten esos parámetros. Su mayor reto consiste en facilitar la aplicación de las tres dimensiones del turismo sostenible: respetar la autenticidad sociocultural de las comunidades anfitrionas, la equidad en el reparto de los beneficios socioeconómicos, y dar un uso óptimo a los recursos ambientales; dimensiones que se insertan perfectamente en los nuevos paradigmas del desarrollo rural, básicamente ecodesarrollo, desarrollo sostenible, desarrollo local o endógeno y desarrollo rural integrado.