La posibilidad de contar con espacios acordes al desarrollo cultural de la comunidad parece ser una empresa difícil de cumplir por la clase política. A lo largo de la historia pinamarense siempre se habló de su necesidad pero nunca se logró concretar su creación.
Habitualmente esta es una época signada por los eventos de verano, los visitantes y algún que otro detalle de color para el ámbito de las noticias livianas; sin embargo, el HCD fue noticia por estos días, debido a la ordenanza de centros culturales aprobada en la última sesión del año pasado y vetada oportunamente por el Ejecutivo. Una ordenanza que intentó ser insistida aprovechando la necesidad del Departamento Ejecutivo de tratar otros temas de su interés en una sesión extraordinaria. Lo que ocurrió en ella y sus consecuencias fueron la comidilla de los medios locales a lo largo de toda esta semana.
La sesión extraordinaria fue convocada por el Decreto Nº 3131/17, a pedido del Departamento Ejecutivo. Con asistencia perfecta, algo más tarde de lo pautado comenzó la asamblea (que tras la formalidad de someter a votación, tal y como lo establece el artículo 68 de la Ley Orgánica de las Municipalidades, la declaratoria de si ha llegado el caso de urgencia e interés público para convocar a sesión extraordinaria, la que fue aprobada por unanimidad) dio comienzo con el concejal Gregorio Estanga solicitando el adelantamiento del punto 6 (insistencia de la OM de centros culturales), dada la presencia de diversos efectores de la cultura pinamarense, moción aprobada por unanimidad.
Y fue allí donde comenzaron las alocuciones. Luego de la lectura del proyecto, Estanga, como autor del proyecto, tomó la palabra para reclamarle al Ejecutivo el veto total, explicando que algunas de las cuestiones objetadas podrían haberse salvado con una buena reglamentación, lo que, por otro lado, le habría dado al Departamento Ejecutivo la potestad de modificar algunas cuestiones que pudieron no haber gustado. Además, recordó que la ordenanza se ha trabajado entre todos los bloques y con algunos miembros del gabinete, muy brevemente con el ex director de Cultura, Eduardo Isach, más en extenso con la actual directora, Sandra Abzac, y con el enlace legislativo, Javier Vidal. De esta manera, el concejal quiso resaltar la falta de voluntad política para acompañar un proyecto que había sido debidamente trabajado a lo largo del año y finalizó pidiendo a sus pares el voto. Tras su discurso, unos acalorados representantes de la cultura pinamarense le brindaron un cerrado aplauso demostrando su acuerdo. Muy brevemente, también Maximiliano Santini tomó la palabra para pedir a los funcionarios que se acerquen para trabajar junto a los concejales, no solo cuando requieren del voto del aumento de tasas.
De todos modos, más allá de las palabras de unos u otros, los votos no alcanzaron, debido a que solo votaron positivamente los bloques de Propin y FPV, y Juan Ocampo y Lucas Ventoso, mientras que el resto se abstuvo no lográndose las dos terceras partes necesarias (diez votos).
Hasta allí lo formal. El secreto a voces que se escucha al pasar por las puertas cerradas de despachos y bloques políticos es que el veto y el no acompañar la insistencia no fueron más que medidas disciplinarias para los ediles del FPV por no haber votado el presupuesto, así como ocurriera con la ordenanza de puntos verdes, elaborada por Propin.
En medio de la desazón generalizada, con la policía que se hizo presente, llamada por las autoridades del HCD, los representantes de la cultura local expresaron su bronca: “Burros, atorrantes, ignorantes”, gritaron, entre otros adjetivos no menos descalificadores. Por su lado, los concejales del FPV y Propin mostraron su indignación retirándose de la sesión dejándola sin quórum ante el asombro del oficialismo que, ignorante de las posibles repercusiones de la decisión tomada al no acompañar la insistencia, de dedicó a mirar cómo se retiraban y a deliberar cómo continuar.
Tal y como se esperaba, las cosas no quedaron allí. Esa misma tarde, algunos actores del quehacer cultural pinamarense se convocaron a una marcha para mostrar su repudio y el lunes siguiente para retirar todas las obras del HCD, por considerar una hipocresía que el mismo lugar que evitaba la sanción de la ordenanza de centros culturales sea un espacio de exposición de artistas plásticos.
Las repercusiones aún continúan. A pesar de la promesa de la directora de Cultura, a mitad de semana las paredes del HCD continuaban vacías, mientras que los medios se regodearon toda la semana con la telenovela del recinto, dando espacio, minutos y publicidad gratis a muchos futuros candidatos de la oposición.
La falta de cintura política demostrada por el oficialismo es difícil de creer. La ordenanza original fue votada por unanimidad, y acto seguido fue vetada en su totalidad. Por otro lado, si el Ejecutivo no hubiera estado de acuerdo con la norma, podría haber utilizado más de un recurso para demorar su implementación antes que el veto, dejando claro que se trató más de una medida más revanchista que de inteligencia política.
Es de esperarse que a medida que los días transcurran todos los hechos se vayan desnaturalizando en función de la política contaminante que ya empieza a demostrar que es el arte de lo posible. En algunos casos trocando la decisión de una bancada de concejales en pocas horas y, en otros, aprobando una reglamentación sobre un hecho ya consumado. Si bien algunos creyeron que con la llegada del ingrediente joven muchos vicios desaparecerían, la inexperiencia va haciendo estragos.