Enviado por el equipo de comunicación de la parroquia Ntra. Sra. de la Paz
“La adicción: ¡Es un grito! Clama con angustia, clama pidiendo ayuda, la drogodependencia se ha ido extendiendo, profundizando y complejizando”, la oración formó parte del sentido mensaje de invitación a todos los sacerdotes a rezar en las misas formulada los obispos de la Región Pastoral Buenos Aires ante la tragedia desatada por la cocaína envenenada en localidades vulnerables del conurbano bonaerense.
Más de 23 muertos y 80 hospitalizados, muchos de ellos en grave estado de salud, constituyen el luctuoso saldo estadístico.
Pero el dolor y el sufrimiento recogidos por la prensa en los testimonios de algunos de los intoxicados y de familiares que hacían la vigilia son elocuentes en cuanto al significado y la dimensión del flagelo en el núcleo más débil de la sociedad.
En el documento episcopal, titulado "No estás solo, lloremos juntos: la droga mata", se rescata el crudo relato de la madre de un joven afectado por la letal droga adulterada, que se podría asimilar a muchos casos: “Mi hijo no recibió asistencia, porque si él no se quiere internar no lo atiende nadie. Él dormía todo el día y salía de noche. No conseguía trabajo. Y si conseguía trabajo, se lo gastaba en droga. Desde los 14 años que consume y que yo vengo luchando”.
Los obispos regionales transmitieron el impacto que causa el testimonio de esta mamá, así como también el de tantas mamás y papás que sufren las adicciones de sus hijos.
“Una familia con problemas de consumo es una familia quebrada, pero no vencida, Dios es la fortaleza de los débiles, y allí donde hay una necesidad siempre aparece un corazón abierto y compasivo”, sostiene.
El pronunciamiento eclesiástico, asimismo, hace hincapié en que es imprescindible asumir y hacer propio el dolor, como una cuestión algo impostergable, para lo cual reclama que sea sancionada cuanto antes una “Ley de Emergencia en Adicciones”.
“Estamos profundamente conmovidos con las muertes de jóvenes y adultos como consecuencia del consumo de estupefacientes, lloramos juntos con sus familiares y amigos por tanto dolor e impotencia, acompañamos tantas luchas con nuestra oración y cercanía”, enfatiza el mensaje.
“Como Iglesia católica y junto a tantos hermanos cristianos y de otras confesiones, queremos seguir comprometidos: basta ver cómo nuestras comunidades están abiertas a grupos de asistencia de adicciones de diversa índole, o bien centros dedicados exclusivamente al tema de las drogas”, prosigue..
En tal sentido, nuestra parroquia ha venido realizando, en forma de talleres, un servicio para jóvenes con adicciones en la antigua “Casa del Hombre Solo”, ahora llamada "Casa Tabor", cuyas actividades se reanudan en marzo.