V de Vergüenza

Cuando esta semana se llevaban detenidos a los sindicalistas y metrodelegados que ilegalmente interrumpieron un servicio esencial para tantas personas y atacaron a la policía, debo confesar que sentía empatía por este gobierno, cuando, desde el momento cero, tuvo como objetivo terminar con todas estas mafias sindicales.

No empieces, zurdito, con el tema de los derechos de las protestas, porque eso no lo discutimos. Discutimos las formas, los momentos y las consecuencias que siempre generan estos personajes.

Yo no puedo creer realmente cómo estamos en el siglo XXI, y seguimos soportando las constantes amenazas sindicales. Qué mal hemos hecho las cosas para permitir que algo tan noble desde su ideología se haya transformado en un sistema de casta, empobrecido en sus bases pero enriquecido en su cúspide. Si hay algo que hoy caracteriza a nuestra representación sindical es la corrupción, el enquistamiento en el poder, y el empobrecimiento de su clase representada. Arranqué pisando fuerte. Me tienen podrido.

Hoy tenemos dirigentes sindicales millonarios (algunos felizmente procesados, otros encarcelados y otros próximos a estarlo), que representan a trabajadores que no siempre alcanzan a superar la línea de pobreza.

Si uno analiza la historia (no soy muy bueno para ello), puede comprender que luego de la Revolución Industrial, que tuvo su origen principalmente en la tierra del King George III, a mediados del siglo XVIII, y pronto se extendió al resto del mundo, sobrevino la consecuencia del enriquecimiento patronal (¿qué esperabas?). Todos sabemos que, cuando la patronal se enriquece, hay un empobrecimiento y explotación de la clase obrera (para que unos sean ricos, otros deben ser pobres). No pienso así, por supuesto, sólo cuento la historia. Esto generó que surgiera en los trabajadores oprimidos la necesidad de luchar por sus derechos laborales inexistentes (no es el caso de los metrodelegados). Podríamos decir que la Revolución Francesa, ocurrida en 1789, desde un punto de vista civil y político, reivindicó ciertos derechos naturales del hombre, entre los cuales figuraban la igualdad y la libertad. Ahora bien, también es cierto que esta revolución, liderada por la burguesía, (owners de fábricas, en su mayoría) no contempló los aspectos económicos y sociales. Es decir, ganaron los empresarios y perdieron los laburantes. Desde ahí, empezaron a surgir en el mundo movimientos de trabajadores para buscar esos derechos no contemplados.

Nuestro país, obviamente, no fue la excepción (no empieces con Perón, que llegó tarde, como casi siempre). El sindicalismo comenzó a gestarse a fines del siglo XIX. La realidad es que los sindicatos argentinos, un caso único en Latinoamérica y muy raro en casi todo el mundo, donde están en claro retroceso social, han sobrevivido a dictaduras, olas neoliberales, crisis económicas y hasta a la Justicia, conservan intacto su poder (pensá que estos sinverguenzas fueron recibidos hasta por el Papa en el Vaticano). Del Papa podríamos hablar en otra editorial. El nivel de sindicación en Argentina es muy fuerte y llega casi al 40%, mientras que en Brasil es del 16,6%, en Chile del 14,4%, en México del 9,2% y en Colombia baja al 5,7%. Esto te marca quién la tiene más grande (la estructura sindical, digo).

La posta es que los sindicatos argentinos son cada vez más poderosos. Suerte que la Justicia hoy los empieza a hacer responsables de tanta malversación y desvíos de fondos. La realidad es que hoy tienen una importancia social significativa. Cuentan con oficinas ocean view, edificios, universidades, hoteles, campos de entrenamiento, estancias de recreación, equipos de fútbol, medios de comunicación, etc. Todo esto lo lograron a base de extorsión y obtención de poder. La estrategia siempre fue clara: negociar con todos los gobiernos y lograr paz a cambio de más salario para sus afiliados y más dinero para sus sindicatos. Por ende, más dinero para guardar en Uruguay. La historia también ha demostrado que, si un presidente se atreve a enfrentarlos, siempre están dispuestos al golpe. No hay que olvidarse de los trece paros generales que padeció el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando la democracia todavía estaba dando sus primeros pasos concretos. Esos paros fueron realizados luego de que el propio Alfonsín denunciara el pacto entre sindicalistas y militares. En el 90 fueron cómplices de las privatizaciones (con algunas excepciones). En el 2001 fueron cómplices de las organizaciones saqueadoras y hoy el sindicalismo advierte al Gobierno en relación a la finalización de su mandato. Es más de lo mismo. También es cierto que no todos son iguales. Hacemos clara referencia a los principales gordos.

También es verdad que los sindicatos son los únicos que han logrado defender sus salarios a lo largo de la historia. La gente en Argentina se afilia para defender un interés económico, no ideológico (además, otra no les queda, si no quieren pasarla mal con los muchachos). Es conveniencia pura.

Pensemos que en la actualidad tuvieron el poder de vetar al ministro de Trabajo que el Presidente tenía pensado al inicio de su mandato, Jorge Lawson, cercano a los empresarios. Macri tuvo que rectificar su decisión y poner a Jorge Triaca, que, si bien lo conocés por tener empleados en negro, es también conocido por ser hijo de uno de los sindicalistas peronistas más notorios de los 90, que se hizo famoso por ser el primero en solicitar la entrada en el exclusivo Jockey Club, todo un símbolo de estatus social, como marca el manual sindicalista en su tomo I. Los sindicalistas peronachos son así. Derrochan facha y glamour, veranean en la Costa Azul, manejar autos alemanes, ahorran en moneda extranjera, tienen zoológicos privados, abdominales marcados, relojes suizos, pero la mayoría no terminó la escuela. Es el país que hemos construido.

Esta semana tuvimos otra clara muestra de lo que el sindicalismo representa en nuestro país. Cuando la policía estaba actuando para ordenar el caos generado, teníamos a un represnetante gremial, como Segovia, haciendo la V de la victoria, como un símbolo de rebelión, de triunfo, de reivindicación. Pensá que este símbolo lo utilizaron personajes importantes de la historia, como Churchill, De Gaulle, y hasta Lennon. Cómo se deformó todo. Hay algo que, entiendo, debe quedar claro. Ningún sindicalismo podría haber crecido de la forma que lo hizo sin haber estado amparado por la política y la Justicia de turno. Toda la dirigencia política, de una u otra manera, siempre los ha cobijado, protegido, utilizado y alimentado en tal magnitud y con tal impunidad que hoy son nuestros gordos, que lo único que nos generan es vergüenza.