Visita de Nuestra Señora de Schoenstatt a los más necesitados

La imagen de la virgen peregrina de Nuestra Señora de Schoenstatt ya se encuentra en el ámbito de la parroquia Nuestra Señora de Pinamar para participar de la celebración, como todos los días 15 de este mes, de los rituales inherentes a la Solemnidad de la Asunción de la Virgen, que evocan la elevación al cielo de su cuerpo para reunirse con el alma, dogma de fe que proclamó en 1950 el Papa Pío XII.

Esta advocación de María se entroniza espiritualmente, durante la visita que realiza todos los años a Pinamar, en los domicilios de las familias más necesitadas y de los ancianos o enfermos a los que los ministros de la comunión llevan los sacramentos, en el hospital y el geriátrico para hacerles compañía a los internados como a los profesionales y voluntarios que los asisten.

El martes próximo, desde las 9 a las 17.30, se rezarán los habituales 1000 Avemarías que todos los años organiza, coincidentemente con la Solemnidad de la Asunción de la Virgen, las oraciones “Madre de la Misericordia, ruega por nosotros” y la bendición de las mamás embarazadas, el Movimiento de Schoenstatt.

El grupo de acción de la parroquia ofrenda al Espíritu Santo y comparte con la comunidad los 20 misterios, divididos en cuatro que recuerdan la vida de Jesús: luz, dolorosos, gozosos, gloriosos. Cada uno equivale a 10 rezos consecutivos de Ave Marías, un Padre Nuestro y un Gloria.

El culto de Schoenstatt proviene de un lugar muy pequeño que queda en Alemania, entre los ríos Rhin y Mosella, cuyo significado es “bello sitio”, donde un grupo de jóvenes y el padre José Kentenich, fundador del movimiento, en 1914 encontraron un santuario muy pequeño, del que en la Argentina hay 200 réplicas exactas.

Entronizaron la virgen en ese santuario con la advocación de la madre tres veces admirable de la virgen de Schoenstatt y ahí comenzó el movimiento, con algunos períodos difíciles donde el padre estuvo en algún campo de concentración y fue asilado en Estados Unidos, aunque luego regresó y a través del Concilio Vaticano II inició la misión, no solamente en Europa, sino también en América.

El primer arribo al continente fue en Brasil, con un padre de familia con 7 hijos, que hizo 140.000 km caminando durante varios años, con el entendimiento de que había momentos especiales en las vidas de las familias para el ingreso de la Virgen y el rezo del Rosario.