Vocaciones sacerdotales que cubran una creciente demanda religiosa, se necesitan

Fue todo un acontecimiento el anteaño pasado que dos seminaristas enviados por nuestra diócesis a la casa mayor de formación de La Plata hayan sido ordenados sacerdotes. Y aún quedan otros once aspirantes cursando los ocho años que dura el ciclo, que se inicia con una faz introductoria, seis años de Filosofía y Teología con un semestre de experiencia pastoral en la parroquia, y el diaconado, que deja al candidato ya listo para su ordenación. En general, de los que empiezan de cero, llegan al final seis de cada diez.

El obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, se ocupó en su mensaje para la Semana Vocacional del año pasado de destacar que “la ausencia o escasez de vocaciones causa tristeza a la Iglesia. El único remedio es el indicado por el Señor: orar y actuar, y todos debemos sentirnos implicados en la inquietud vocacional: el obispo, en primer lugar, los sacerdotes y consagrados, las familias, los catequistas y agentes pastorales, las parroquias, movimientos e instituciones, y los mismos jóvenes”.

Lo cierto es que no dan abasto los alrededor de 80 sacerdotes diseminados por 51 parroquias y 250 capillas de la diócesis para cubrir la demanda religiosa de más de un millón de habitantes. El promedio por fiel daría 12.500, que además de repartirse por la vasta geografía costera tienen que atender a la comunidad desde el hospital, las escuelas y las distintas misiones pastorales inmanentes a la tarea evangelizadora.

Las voces parroquiales apuntan a que el ideal hubiera sido que, al menos, se reforzara en más de la mitad el actual plantel afectado a la región, pero no se vislumbra ningún renovado empuje en la gestación de nuevas vocaciones. Trasciende nuestra área diocesana. En el caso del Seminario Metropolitano de la Arquidiócesis de Buenos Aires, con sede en Villa Devoto, este año la nómina será de 80, con sólo quince nuevos ingresos, tres de ellos proveniente de las villas de la ciudad y el Gran Buenos Aires.

La tendencia negativa viene de largo. En los años ‘80, considerados un boom de vocaciones, había 200 seminaristas y luego el número fue decreciendo. De los 1.501 seminaristas que en 1999 estudiaban en todo en el país para ordenarse sacerdotes, el número se fue reduciendo a 827 en 2014, y el retroceso siguió.

En la tradición eclesiástica, las nuevas vocaciones llegaban desde colegios religiosos, parroquias, en jornadas de oración o la vida de fe que se transmitía en las familias. Pero los grupos juveniles parroquiales empezaron a ser cada vez más reducidos.

Contribuye a tal contracción la menor afluencia a las misas que se advierte en la Argentina, al igual que en la Europa secularizada, a diferencia de Latinoamérica, Asia y África, donde la tasa de asistencia a la misa semanal es alrededor del 70% en la población católica frente al 20% del viejo continente, según un informe de 2015 del Centro de Investigación Aplicada en el Apostolado (CARA).

El obispado de Mar del Plata aprovecha a celebrar su ya tradicional Semana Vocacional ante la enorme presencia de veraneantes anticipándose a la oración de la jornada mundial que se celebra en el país y en todo el mundo el 4º domingo de Pascua.

La semana anterior monseñor Antonio Marino participó de la convivencia de los diez seminaristas diocesanos en la Eufemia. Como es tradicional, todos los años, a fines de enero se realiza este encuentro en el que, durante una semana, los jóvenes comparten junto al obispo y entre ellos días de oración, encuentro fraterno pero también temas de formación y reflexión.

Como también se repite todos los años, los sacerdotes diocesanos asistieron a la misa y luego almorzaron con los seminaristas. El obispo los exhortó: “La situación vocacional de nuestra Iglesia marplatense, y también la de nuestra patria y de la Iglesia esparcida por el mundo, debe ser para todos motivo de examen de conciencia”.