Sentada sobre mi página en blanco, una vez más, no logro desviar mi mente hacia otro tema, la interrupción Voluntaria del Embarazo en el Congreso Argentino.
Es miércoles y la precisión del día de cierre (de edición impresa) me obliga a elaborar un análisis en las primeras horas del gran debate. Los medios de comunicación nacional transmiten en directo lo que ocurre en el recinto legislativo, adentro y afuera. Los medios gráficos internacionales replican la noticia. El tema está más que implantado en la sociedad, hablan las redes sociales, opina la gente por la calle, debaten en sus hogares; y más allá del resultado que arroje la votación en la Cámara de Diputados, lo cierto es que siento una emoción inmensa por lo que hemos logrado. Argentina ya no es la misma luego de estos meses. Los más jóvenes se sienten representados por esta ola verde que no es un simple capricho y les aseguro que esto ya es una gran victoria. Los jóvenes tomaron el tema, lo hacen suyo, aprenden, intercambian y, en ese proceso, ya estamos educando. El slogan de la campaña que replicamos dice: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”. Es un slogan con mucho sentido y argumento. La ley de Educación sexual integral (ESI) que ya tenemos (pero poco implementada) no es completa si no le agregamos “libertad” para decidir, y de eso estamos hablando las mujeres. Un Estado que no garantiza la libertad de decidir a las mujeres sobre su vida y su cuerpo, sin por ello morir o ir presas, no es un Estado que cuida la libertad y la vida de sus mujeres. Quienes abogamos por esta Ley y tantos otros temas, estamos reclamando desde hace años por presupuestos destinados a estas políticas públicas. Y vemos, años tras años, la ineficacia del sistema y los oídos sordos de quienes administran nuestro dinero. El segundo punto del slogan: “anticonceptivos para no abortar”, muestra, además, que la libre distribución de preservativos no alcanza como medida preventiva y que la mayor carga, sobre la seguridad sexual, sigue centrada en la mujer, que debe pagar por los métodos de cuidado, cuando el hombre también los tiene disponibles, pero, además, la mujer paga con las consecuencias en su salud (a corto o largo plazo). El tercer punto, la legalización del aborto tiene que ver con despenalizarlo primero. Esto significa que no haya más casos como el de “Belén” (joven tucumana que pasó tres años en prisión por haber sido acusada de provocarse un aborto) porque, de este modo, seguimos reproduciendo la culpa y pena en la mujer, castigándola por algo que se hace de a dos. Otro análisis subyace a este tema y es visible. Sabemos que se practican medio millón de abortos al año en Argentina y que la mayoría no termina en la cárcel, por ende ya estamos aceptando una ilegalidad, porque la consideramos injusta. Pero si nos quedáramos sólo en despenalizar a la mujer, nos faltaría la otra parte, que es nada más ni nada menos que salvarle la vida. Éste es el debate por la ley. La ley no obliga a nadie a practicarse un aborto y es un instrumento democrático para cuidar la vida de las mujeres argentinas. El valor de la “vida” está en juego cuando no estamos valorando la vida de medio millón de mujeres por año en Argentina que ponen sus vidas en riesgo. El debate sigue, son horas de vigilia para el país que expectante parece jugarse la copa, previa al mundial de fútbol. Mientras tanto, la noticia de una chica que está pasando por esto me vuelve a indignar y llenar de impotencia. En este partido nadie gana. Lo que es real y cierto es que ya estamos todos hablando de esto, ya levantamos la alfombra, gracias a la revolución femenina y feminista más importante de la historia argentina. Esto es un camino de ida.