Del impacto a la acción

Hay temas que incomodan, que generalmente se evitan porque generan ansiedad o paralizan. Vas a una reunión inesperada y aparece una frase tipo: “vamos a prescindir de tus servicios”— e inmediatamente sentís que el piso se mueve. La cabeza hace ruido, el cuerpo se tensa, el corazón late más rápido. El tiempo parece frenarse. Y ahí estás, con un papel en la mano o un correo en la bandeja de entrada que cambia, de golpe, tu día y tu futuro.

Un despido es un terremoto emocional y práctico porque involucra pérdida, incertidumbre y un golpe a la autoestima. Nadie lo planifica, pocos lo ven venir y casi todos lo viven como un revés personal. Sin embargo, si miramos más allá de la sorpresa inicial, puede convertirse en el comienzo de algo mejor.

Pero vamos a ser honestos y sobre todo realistas. Es normal sentir enojo, tristeza o incluso alivio, según la situación. No hay emociones correctas o incorrectas: todas son válidas. Lo importante es permitirnos sentirlas y procesarlas. Negar o seguir como si nada solo prolonga el dolor. El duelo por un trabajo existe, y se atraviesa aceptando que algo terminó.
Como sostiene William Bridges en su libro *Managing Transitions*, los cambios profesionales siempre comienzan con un final y reconocerlo es fundamental para poder abrirnos al nuevo comienzo.
Una vez reconocido ese golpe inicial, es necesario cambiar la pregunta. Pasar del “¿por qué me pasó esto?” al “¿para qué me puede servir?” es abrir una puerta. Porque aunque suene trillado decirlo, cada final trae un aprendizaje y, eso muchas veces, da lugar a un destino que antes no nos animábamos a mirar.
Para ello hay que ordenar las emociones para que no se mezclen con el caos. Revisar las finanzas, reducir gastos innecesarios y calcular un presupuesto de transición puede dar un respiro. Actualizar el currículum y los perfiles en redes profesionales es clave, así como identificar logros y habilidades que puedan transferirse a otros trabajos o incluso a un emprendimiento propio.
La capacitación es un gran aliado en esos momentos. Aprender algo nuevo mejora la empleabilidad y devuelve la sensación de avance y control. No hay que subestimar el poder de la red de contactos: muchas oportunidades surgen de una conversación en la que decimos, sin miedo ni vergüenza, que estamos buscando un nuevo trabajo..

Uno de los mayores desafíos tras un despido es dejar la idea de que nuestro valor depende del cargo que ocupábamos. Somos mucho más que una tarjeta de presentación. Nuestras fortalezas, talentos, experiencias y pasiones siguen intactas.

La reinvención profesional es un proceso que combina experimentación, reflexión y construcción de nuevas redes. Y todo comienza por separarnos de la idea de que somos nuestro cargo.
Una recomendacion es tomarse un momento para hacer una lista de logros personales y profesionales, habilidades y cosas que nos entusiasman. Cuando recordamos quiénes somos y qué nos mueve, la pérdida de un trabajo deja de sentirse como una pérdida total.

A veces, el despido llega como un empujón incómodo hacia un cambio que necesitábamos. Puede ser la oportunidad para explorar un nuevo rumbo, cambiar de industria, emprender o dedicar más tiempo a lo que realmente nos importa. No siempre el cambio es inmediato ni fácil, pero cada paso cuenta.

Según Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, adoptar una “mentalidad de crecimiento” nos permite ver desafíos, como un despido, no como amenazas, sino como oportunidades para aprender y expandir nuestras capacidades.

Historias de reinvención sobran; personas que encontraron un empleo mejor, que se animaron a emprender o que aprovecharon la pausa para estudiar, viajar o reorganizar su vida. No se trata de negar, sino de entender que incluso en la crisis hay un espacio para crecer.

Un despido puede doler, pero no define quién sos ni cuánto valés. Es una circunstancia, no una sentencia. Y aunque al principio parezca que te han quitado algo, con el tiempo podés descubrir que también te han dado algo: la oportunidad de repensar, redirigir y reconstruir.

Porque la resiliencia no es solo volver a levantarse, sino levantarse distinto. Con más claridad, más fuerza y, sobre todo, con la certeza de que lo mejor todavía puede estar por venir.
Como escribió Viktor Frankl, “quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”. Encontrar ese propósito es lo que transforma la pérdida en un nuevo comienzo. Y eso es ganancia pura.