La vicepresidente ¿de la oposición?

Los argentinos, frente a la toma de decisiones de nuestra dirigencia política, estamos resignadamente sometidos a personalidades seducidas por la retórica francotiradora de la comunicación.

Esto, que a primera vista, pareciera una cuestión de forma, cuando las decisiones más sensibles a la piel de la gente son recibidas con un tenor temerario, provocan, frente al hartazgo de sus vidas cotidianas, innecesarios padecimientos a los ya que habitan en su metro cuadrado.

Lo mas preocupante, es la ausencia clara de institucionalidad, dónde con estupor presenciamos las cruzadas digitales a cielo abierto, siendo la más elocuente en instancias tan acuciantes para el país, la imagen de la vicepresidente que independientemente de su función como presidente del Senado que, en términos generales se ajusta a lo regulado por ley, paradójicamente su “construcción estratégica” (siendo parte del poder ejecutivo) - no es acompañar el programa de gobierno como debería ser, sino, agazapada, con el respaldo estratégico del conservadurismo católico, sectores militares y económicos cercanos al pensamiento revisionista de los años setenta, intenta, hasta ahora, sin resultados visibles, armar su propio espacio político.
Su frustrado deseo inicial de controlar, la Seguridad, Defensa y la SIDE, no contó con la anuencia del Presidente y de su entorno virtuoso, momento en que las dos personalidades impulsivas colisionaron, dando inicio a un choque de espadas, (por el momento virtuales) dónde la convivencia institucional, pareciera no tener principio de continuidad.

Su inoportuno homenaje a la expresidente, Isabel Perón fue un escupitajo a la verdad histórica. La señora que acuñó la frase frente a un grupo de periodistas con: “no me atosiguéis”- fue quién inició el principio de ejecución de los aparatos paramilitares, (con varios dirigentes sindicales de por medio), conocidos como las tres A - que actuando durante un supuesto Estado de Derecho) con la mayor impunidad y con la excusa de combatir a la guerrilla, aniquilaron a todo opositor político que tuvieran a mano.

Victoria Villarruel, hoy por hoy, no se está construyendo a si misma como un animal político. De hecho, no lo es, porque el conflicto la seduce. Su desmesurada ambición, detrás de una máscara de sonrisa fácil y de amable retórica, tiene como contraparte que no la favorece, su propia dificultad para consensuar. – Dos caras de una misma moneda, pero con la capacidad de fuego para demoler en un debate público a un profesional de la política como Agustín Rossi.

Hemos asistido en más de una oportunidad a vicepresidencias desafortunadas, pero jamás tan abiertamente opositoras a su jefe político.

Mientras la Vice bailotea al compás de la prueba y el error sin nada que perder, los argentinos de a pie, remamos en nuestro precario corralito a la espera de que el déficit cero llegue a los hogares más vulnerables.