Tres veteranas de la guerra pasaron por Pinamar y la región dejando una huella imborrable, fuertes declaraciones y el desafío de reflexionar sobre una parte oculta de la historia.
Convocadas por la Red de Mujeres de la Costa junto a la Mesa Permanente de la Mujer que trabajan, entre otras cosas, por dar visibilidad a temas del feminismo en la región, se logró la presencia de tres enfermeras veteranas de la Guerra de Malvinas, que brindaron charlas en Madariaga, Pinamar y Villa Gesell hace pocos días. Alicia Reynoso, Stella Morales y Ana Masitto relataron, en el Teatro del Torre, una parte de la historia, sobre la Guerra de Malvinas, que nunca antes fue escuchada hasta que en el año 2010 una de ellas, Alicia, decide romper el silencio que la ahogaba. Fue el comienzo de una nueva historia para ellas que, organizadas hoy, viajan por todo el país dando su testimonio. Fueron egresadas en enfermería de la Fuerza Aérea Argentina en el año 1980. En aquél entonces (todas tenían entre 21 y 24 años) nunca se hubieran imaginado que en 1982 sus vidas cambiarían para siempre al ser movilizadas hasta Comodoro Rivadavia para desplegar un hospital de campaña. El hospital reubicable, de once módulos, que las mantuvo brindando tareas de atención y evacuaciones aéreas durante el inicio de la Guerra de Malvinas hasta la posguerra, fue el protagonista de anécdotas compartidas a través de fotos. El relato es atrapante y desgarrador a la vez, pero más lo fue el olvido que padecieron, por parte de la sociedad, el Estado y sus propios compañeros. “El olvido es violencia” es una de las frases con las cuales dieron puntapié inicial a la charla y que motivó a una de ellas, Alicia, a escribir un libro (Crónicas de un olvido) para empezar a sanar tanto dolor. “El estrés postraumático, más el maltrato y la violencia que padecimos en la posguerra nos fue matando el alma hasta el punto que casi logran su cometido: desterrarnos de la historia. En el año 2010 caigo en un estado psicológico donde necesito atención y un comité de psicólogos me escucha hasta que nombro la palabra ‘Malvinas’ y ahí dijeron: ‘Acá tenemos para hacer mermelada’. Empecé a hablar. La terapia duró un año hasta que mi psicóloga me dijo: ‘Ya estás lista para contar todo, Alicia, y cada vez que lo vuelvas a contar vas a sanar aún más’”, manifestó Reynoso. De porte y tono de voz vigoroso, con esa seguridad y fortaleza que desarrolla una mujer que desafió el fango, Alicia expuso, además, que “Malvinas nos duele todavía porque hay mucha verdad sin contar, mucho silencio”. Remarcó: “Contemos la verdad de todo sin miedo porque le estamos pasando la posta a los niños. No queremos que la historia que ellos reproduzcan sea la misma que nos contaron de Colón: ‘Joven genovés que vino a traer riquezas, en vez de que se robaron todo y violaron a nuestras mujeres’. Uno de los momentos más emotivos de la charla tuvo que ver con la presencia de los integrantes de la Asociación de Veteranos de Malvinas que participaron, además, con el fin de acercarles un reconocimiento a las tres mujeres. El encuentro de miradas fue constante y compasivo, con un punto álgido cuando Alicia Reynoso relató: “Yo me preparé para curar las heridas del cuerpo, pero tuvimos que improvisar para curar las heridas del alma, que, les aseguro, fue tremendo. Los soldados llegaban a la madrugada con mucho dolor y un solo grito: ‘Mamá’. Y ahí estábamos nosotras para curarlos y contenerlos. ¿Entonces, por qué nos niegan?”. La emoción se hizo sentir aquella tarde en el Teatro de la Torre, donde el reconocimiento social se volvió indiscutible. Del mismo modo, la lucha de género dentro de fuerzas “tremendamente machistas, donde por aquellos años era impensado que las mujeres fuéramos a la guerra”, agregó Alicia, quien, además, expuso a la vista el libro del Bicentenario 200 años de historia,200 soldados, que contiene 195 hombres y 5 mujeres (Juana Azurduy, precediendo a Alicia Reynoso). Dato no menor para graficar la inequidad de género en los libros de nuestra historia. Pero, como si todo fuera poco, otra de las faltas por parte del Estado argentino (no así del británico para con los suyos) fue el reparo económico, al cual se refirió Reynoso casi al cierre del encuentro: “Es una deuda que ya sólo podría servirme para pagar un buen geriátrico; lo necesite más cuando salí de la guerra y luego fui madre, cuando tenía cuatro ojitos que me miraban todos los días y me pedían comida. Hoy es una deuda de honor lo que el Estado tiene con nosotras. Esto es una deuda de honor hacia la mujer”.
Foto: gentileza Carina Andrea Villa