Reflexiones sobre el 8M.
Se sentía en las redes, se sentía en el aire, se sentía en el corazón. Este 8 de marzo 2019 pintaba fuerte, potente y masivo para la ocasión. “Esta marea se va para el océano y se hace continental”, expresó la Socióloga Dora Barrancos en #Punto Género (programa Feminista de Mariana Carbajal). Y así fue. Multitudinario y con ecos, cada vez más réplicas en distintos países del mundo. Es que el feminismo argento está ejerciendo un liderazgo nunca visto antes. Por algo será. Por algo será que millones de mujeres, de Argentina y el mundo, piden a gritos otro modo de vivir. Por algo será que gritan las mujeres y grita la tierra. El siglo XXI recién comienza pero puedo asegurarles que, luego de la revolución tecnológica sin precedentes y por ella misma, el ambientalismo y el feminismo serán los movimientos de conciencia más importantes de este siglo. Uno, lucha por salvar la madre tierra, nuestra casa; el otro, por liberar la energía femenina, aplastada y oprimida desde la prehistoria. Ya se ve el efecto en las nuevas generaciones, los “centenialls” (0 a 18 años), son abiertos de pensamiento, crean su propio sistema, no entienden el racismo, la homofobia, se identifican con los movimientos feministas porque viven en libertad de ser quienes quieren ser y que nadie les diga cómo debe ser vivida la vida.
Este 8M no fue el mismo que otros años en Argentina. La modalidad del Paro Internacional de Mujeres, lesbianas, travestis y trans fue creciendo y tomó el calendario feminista, como el 3 de junio, o el 29 de noviembre, para reforzar el mensaje. Vi marchar varias generaciones juntas. La emoción se hizo carne, con mensajes contundentes en manos de niños o abuelos. “Regular la prostitución es legitimar la violencia”, “Niñas, no madres”, “Somos el grito de las que ya no tienen voz”, “Falda o pantalón es mi decisión”, “Hoy salgo a gritar yo porque mi hija ya no puede hacerlo” (en la remera de un padre), “Estar a favor del aborto no significa abortar” (en la remera de una madre con su bebé en brazos), “Distingan entre legal y obligatorio”, “Lo tuyo es imposición, lo mío libertad”, “Iglesia y Estado: asunto separado”, son algunos de los miles de mensajes que inundaron las redes y las calles este 8M. Los reclamos repetidos y una decisión política tomada por mayoría también fueron la marca de este Día Internacional de la lucha feminista en Argentina: La Interrupción Legal del Embarazo, (ILE), como derecho humano; la implementación urgente de la Educación Sexual Integral (ESI) en todas las escuelas y niveles; y basta de Macri. Los documentos, leídos por la mayoría de las organizaciones en las principales ciudades del país, manifestaron el repudio a las políticas económicas, culturales y sociales llevadas adelante por el gobierno actual. No hay más tiempo, la confianza se perdió. El discurso del presidente, Mauricio Macri, en la apertura de sesiones del Congreso de la Nación, donde aseguró “estar bajando la inflación y la pobreza”, generó rechazo e indignación. Y a pesar de su anuncio respecto al aumento en la Asignación Universal por Hijo (reconociendo el alto porcentaje de inflación), el feminismo insiste en el bajo presupuesto destinado a las problemáticas de género, que ronda los $11 por mujer; los planes anunciados y no ejecutados; el endeudamiento que nos hizo caer “al fondo”; la falta de voluntad política para hacer crecer la educación pública, que quedó en promesas de campaña y, entre tantos temas, uno fundamental, la Justicia, que responde al sistema clerical y patriarcal. Lo sucedido en Salta y Tucumán con las nenas violadas por adultos de más de 60 años y embarazadas, ambas obligadas a una cesárea y, en ambos casos, con el resultado previsible. Estos últimos casos, visibles en los medios, mostraron la peor cara de una parte de la sociedad que impone, bajo sus propias creencias, decisiones sobre la vida de niñas que sufren la peor de las violencias. Este trato que se les dio corre el foco de la verdadera cuestión que hay que atacar, el cáncer social, la cultura avalada de la violación. Es el horror en su máxima expresión. Me pregunto: ¿si violan a tu hija? ¿A tu nieta de 11 años? Un abuelo, vecino, amigo de 65 años. Y queda embarazada porque así es la biología… (otros dirán “por designio de Dios”). ¿La obligás a pasar por todo eso, arriesgás su vida? Y si no lo quiere, lo “donás” cual objeto, a “una buena familia”, sin siquiera pensar en la reconstrucción psico-emocional de esa niña de 11 años y de ese nacido que tendrá también un origen no feliz de su propia historia. Y respecto a ese “niño por nacer”, ¿le vas a decir la verdad algún día, que fue producto de una violación asquerosa? ¿O le vas a mentir toda la vida? ¿De qué vida estamos hablando? Mi mente puede elaborar más preguntas aun, pero prefiero esta: ¿si éste no es el infierno, el infierno donde está?
En lo personal, este 8M sentí algunas cosas viejas y descubrí otras nuevas. Florecieron en mi piel episodios traumáticos, y otras yerbas, que hoy pude transformar en misión (de “otras yerbas”, por ahora, prefiero no hablar). El de los 8 años, cuando un tipo me encerró en una habitación insinuando “lo linda que era y que íbamos a jugar” y yo grité, mucho, grité y grité, hasta que mi hermanito de 7 me escuchó. Aquella otra vez, cuando tenía 12 y tres chicos intentaron violarme. Recordé cómo pude defenderme y salir corriendo, llorar y contar todo en el momento. Otra vez, otro abuso sexual a los 17, por parte de un amigo íntimo de mi familia. Y después, miles. Las veces que busqué trabajo y me sentí en peligro, o lo tenía pero podía “mejorar mis condiciones” si salía a cenar con el jefe, el senador, el productor, el grupo de dirigentes, el dueño, y cuántas profesiones más. Una verdadera cultura. Y ni hablar del miedo y peligro de salir a la calle sola, o de noche. De las “tocadas” en el boliche, subte, colectivo, calle, donde se te ocurra. De los “piropos” públicos, que lejos de gustarme me hacían sentir expuesta e incómoda, harta. También reviví esa sensación indescriptible que siento cada vez que veo imágenes de violaciones, en films, videos, etc. No soporto verlas. No deben existir.
Este 8M pensé en mi madre, de nuevo. Hoy, postrada y desconectada del mundo, con su cerebro sin conexiones; aunque su cuerpo, “vivo”. Y pensé en cuántas mujeres se fueron o se van de este mundo sin ser felices, sin “poder ser”, sin haber sido libres, lo que ellas querían ser o hacer de sus vidas. Eso me da mucha pena. Pensé en mis abuelas. Hicieron lo que pudieron con lo que sabían. Pensé en las mujeres luchadoras que lograron avances en el siglo XIX y en el XX, a las cuales les debemos honor y agradecimiento, lucha y más libertad.
Este 8M pensé, como cada día, en mi hija de 12 años, que ya tuvo que escuchar que una docente le diga que “mejor no usen short porque incitan”, que ya le silbaron en la calle y le gritaron, que tiene miedo de andar con su pañuelo verde, o que quiere salir a caminar sola y no puede, por mi miedo, que ya es su miedo. No es lo mismo con los varones, sus compañeros que desde hace rato van solos a la escuela, caminando o en bici. No pasa nada. No sienten peligro.
Este 8M también pensé en mis hijos varones; tengo dos. Y en cómo los estoy educando, en los logros en casa. Que los colores son iguales, no tienen sexo. Que si les toca un vaso rosa no es para rechazarlo. Que todos colaboramos por igual con la mesa, las camas y las tareas de la casa. Que nadie debe maltratar a nadie, ni nena ni varón. Que no es agresión si te dicen “maricón” por llorar. Que llorar no es malo. Que ser gay no es malo. Que el racismo es malo.
Este 8M pensé que vivimos en un país que, además de matar una mujer por día por dominación, además de violar a niñas y embarazadas, obligarlas a parir y decidir sobre sus vidas, vivimos en un país lleno de hogares con niños abandonados, gente durmiendo en las calles de las metrópolis, hurgando en la basura, pero una parte de la sociedad contraataca con “salvemos las dos vidas”, cuando hay tantas personas vivas por salvar alrededor. Vivimos en un país donde se para todo, incluso la escuela, por un partido de fútbol. Pero se critica a los docentes cuando paran por lo justo. En un país donde en un partido de Boca-River ya es natural la violencia, pero las marchas feministas, pacíficas y artísticas, son criticadas hasta por las mismas mujeres “que no se sienten representadas”. ¡No olviden, chicas, que ustedes también votan, estudian, trabajan, y opinan, gracias a otras feministas de la historia que murieron por esos logros! Vivimos en un país que se escandaliza por las tetas escritas y expuestas en las marchas feministas, pero no por las que se ven en las tapas de las revistas sexys o porno.
Este 8M pensé en nuevos conceptos respecto a la vida y esta mirada del feminismo, que aporta al mundo. Me miré a mí misma, evalué mis últimos cinco años y me sentí bien. Hice una película mental rápida sobre la cantidad de mujeres que conocí estos años y vi mejorar sus vidas, liberarse, a pesar de llevar la carga familiar solas, la mayoría. Sé y reafirmo cada día que el feminismo salva vidas. Porque no hay mejor sentimiento que sentirte escuchada, acompañada, no juzgada. Somos seres humanos contra seres humanos. O somos más humanos entre todos. Sé que este 8M estará en los libros de historia del siglo XXI, pero lo que más me gusta saber es que mis hijos, tus hijos o nietos van a ser más libres y van a continuar esta construcción de una sociedad más equitativa, con ideales altos. Donde las mujeres no sean ni heroínas, por criar solas, trabajar, estudiar, y vivir sobrecargadas, etc., ni prostitutas por ser libres o esclavas.
Foto: María Amasanti para La Nación