Educación S.A., perdón S.O.S.

Dos noticias durísimas esta semana. En realidad eran tres, pero decidí que la cena en lo de Mirtha no contara. Por un lado, lamentablemente luego de dos semanas, se continuó con la medida de fuerza por parte de los distintos gremios que nuclean a los docentes, principalmente a los de la provincia de Buenos Aires, que en definitiva son los más importantes para este gobierno, ya que representan más del 60% de la escolarización.

Ahora, decir que les importan es en términos electorales; a pesar de que nuestra querida gobernadora haya sido tan conciliadora en relación a las diferentes propuestas realizadas, claramente no se acercó a un acuerdo en lo más mínimo o por lo menos no demostró real voluntad.

Como hemos dicho en otras oportunidades, no voy a establecer la discusión sobre el vil metal que debe cobrar un maestro hoy en día, porque creo que deberíamos hacer otras evaluaciones primero, fundamentalmente de carácter ético y moral. ¿Es justo que un maestro, con todas las responsabilidades que tiene, al cual le conferimos la educación y el cuidado de nuestros hijos, cobre de básico menos de $9.000 y un legislador $100.000? ¿Un secretario del HCD, $16.000? ¿O el invento de enlace legislativo $30.000? A los maestros los cuestionamos; ahora, a los puestos políticos que nos representan millones de pesos al año, sin resultados evidentes, no. Contradictorio, por lo menos.

¿Estas son las prioridades que tenemos? ¿Más ñoquis, menos educación? Tenemos que hacer mucho análisis antes de solo cuestionar la medida de fuerza de los docentes. Lo que si considero pertinente e innegociable es que se debería recomponer la pérdida del poder adquisitivo del salario en términos reales, producto de la inflación. Eso, entiendo, es lo que mínimamente se reclama. Go teachers! Go!

Ahora bien, la segunda mala noticia es aún peor, ya que pone en peligro nuestro desarrollo futuro como sociedad y como país. El Ministerio de Educación de la Nación (MEN) reveló los primeros resultados de las Pruebas Aprender, realizadas en 2016 en casi 31 mil escuelas de todo el país. Se utilizó el programa Aprender, el cual básicamente es un dispositivo nacional de evaluación de los aprendizajes de alumnos del ciclo primario y secundario. Las conclusiones fueron terribles y pusieron sobre la mesa la extrema fragilidad de la calidad educativa en la Argentina. Entre varios resultados que llamaron mi atención, el 70% de los alumnos de quinto y sexto año no pueden resolver problemas matemáticos sencillos, el 46% no comprende textos básicos ni comprende cómo Baradel puede representar a los docentes y el 80% cree que el dinosaurio Barney es real.

Hay algo que debemos dejar muy en claro. Estas evaluaciones se hicieron en establecimientos educativos, tanto públicos como privados. Es decir, tenemos chicos brutos de delantal y de uniforme. Chicos que miran Pakapaka y chicos que miran Disney Channel pero si bien uno le lleva dos cuadernos de ventaja al otro, ninguno sabe multiplicar por dos cifras. Acá no se trata de establecer qué educación es mejor, sino del tipo de educación que el Estado debe asegurar a la población. Es un derecho universal adquirido por todos los habitantes, fundamentalmente los chicos, aún los que tengan la desgracia de caer en la educación pública (Mauri dixit). ¿Caer? ¿Really? ¿…en serio, caer? ¿Tanta guita invertida en Durán Barba y te referís a nuestra educación así? Pero, de esta educación pública que claramente este gobierno denuesta, hay que recordar que las mejores universidades son públicas, que algunos de los mejores colegios son públicos, que los cinco premios Nobel argentinos también cayeron en la educación pública y que la mayoría de los de los puestos ejecutivos de las principales empresas también pasaron por la educación pública. Lean, busquen estadísticas.

Yo lo que creo es que este gobierno y los anteriores no concibieron a la educación pública como tal y no tuvieron dimensión de lo que esta representa en la vida de las personas que habitan este país. Hoy tenemos un país ignorante en sus bases y quebrado en sus principios.

La única posibilidad de superar los serios problemas de equidad y calidad, de fragmentación y segmentación que se constatan en nuestro sistema, es fortaleciendo el papel del Estado y de la educación pública, para que en nuestro país exista una educación de calidad para todos los ciudadanos.

Ahora bien, si el gobierno también considera que la educación sea mejor para aquellos que la puedan pagar y ve esto como una competencia libre de mercado, debemos considerar que para que el servicio educativo sea un negocio, es decir, tenga suficiente demanda en el mercado, no puede existir un equivalente de carácter gratuito y no discriminatorio, ya que eso alteraría las condiciones de ventaja necesaria, para que el sector privado pueda cobrar por su servicio y ganar plata. Es decir, si hay escuelas públicas de excelencia, las privadas no tendrían razón de existir. Capisce?

Por todo esto, es que es razón suficiente para entender la contradicción entre una educación pública de calidad para todos y la existencia de educación privada con fines de lucro para solo aquellos que puedan ser accionistas de Educación S.A.