El peor $ocio…

Usted imagine una situación un tanto injusta y desproporcionada, para poder entender un poco qué sucede con los ingresos del trabajo que uno realiza a diario, que, además de verse deteriorados por la inflación y los ajustes desproporcionados, no rinden como años atrás. Esa situación no es imaginaria, es más real que nunca; es nuestra realidad de todos los días.

Hace ya varios años que la Argentina ha iniciado un proceso de aumentos de impuestos que han llegado a que un trabajador tenga que disponer de uno de cada dos pesos que cobra para contribuirle al fisco. Es decir, que cualquier persona que quiera y pueda pagar todos los impuestos para estar al día, con el producto de su trabajo deberá haberlo hecho durante toda la primera mitad del año, llegando en algunos casos hasta fines de julio. Transcurrido el primer semestre, podrá empezar a trabajar para sí mismo, para poder disfrutar de lo poco que le resta.

Cabe mencionar que este aumento sistemático de presión fiscal ha elevado la carga impositiva a un nivel histórico (más de un 30% del PBI), y afecta no sólo a los sectores de altos ingresos sino también a los que cuentan con menos recursos.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace principalmente que un trabajador en Argentina destine la mitad de sus ingresos para que sean utilizados por un $ocio que no solo es considerado ineficiente, sino que también brinda una sensación de desconfianza en la utilización de esos recursos? Es decir, que cada trabajador en Argentina tiene un socio que comparte sus ganancias en por lo menos, un 50% y lo mejor de todo es que no comparte las pérdidas.

El cóctel impositivo que nuestro “$ocio” nos obliga a tomar tiene ingredientes nacionales, provinciales y municipales. Allí conviven aportes personales y previsionales, IVA, impuesto a las ganancias, impuesto a los débitos y créditos, ingresos brutos, impuesto a la herencia, impuesto a los sellos, bienes personales, patentes e impuestos inmobiliarios con sus constantes revalúos de magnitudes considerables, aunque esos valores sigan por debajo de los valores de mercado (por suerte). También tenemos la Tasa de Seguridad e Higiene (recordemos el excesivo aumento que sufrimos los pinamarenses los últimos años), tasa de suministro de energía eléctrica, de gas natural y de Abasto, entre tantos otros.

Hay que tener en cuenta que los impuestos que pagamos no son solamente los que figuran en una boleta que varía de color cada tanto, dependiendo del gobernante de turno, sino que también existen otros impuestos que se trasladan a los precios en forma directa, que pagamos cada vez que compramos un producto, como el Impuesto al Valor Agregado, el impuesto a los cigarrillos o a los combustibles, el impuesto a los créditos y débitos que pagan las empresas y los comerciantes que también se terminan trasladando al precio. Todo esto genera una mayor carga impositiva que paga el trabajador.

Si uno busca algún tipo de justificación que explique esta constante asfixia impositiva, la encontrará en la “caja”. Este tipo de mecanismo es la opción más fácil que tienen los gobiernos a la hora de aumentar su “caja”. Todos ellos, sean estos municipales, provinciales o nacionales, se han acostumbrado a compensar la suba de sus gastos con más impuestos. Esto lo hacen todos. Suben los gastos e inmediatamente piensan que alguien tiene que pagarlos y ¡encuentran la respuesta más simplista, que es el trabajador! En la década de nuestro recordado Carlos Saúl, el aumento del gasto se financiaba principalmente con deudas provenientes de nuestros convenientemente fieles amigos del FMI y otros organismos multilaterales de crédito. Desde entonces, los gobiernos lo hacen a través de la suba de impuestos.

Vale recalcar que uno de los motivos del aumento impositivo está relacionado con el crecimiento de la economía en negro (casi un 25% del PBI). Con lo cual, con esta economía en auge, los que se encuentran en la otra economía, la legal, deben pagar por los que están fuera, ya que todos consumen los servicios que prestaría el Estado. La carga tributaria formal integral durante este año se ubicaría entre un 47,5% y el 57,9% del ingreso total de una familia. Mirando en perspectiva, en 15 años la presión tributaria creció cerca de 60%.

De este último punto, justamente, surge el título del artículo. Muchas veces uno escucha que en otros países, como Canadá, por mencionar uno, se pagan más impuestos que en Argentina. Debemos decir que eso es verdad… Ahora bien, lo que no se dice es que el Estado, en estos países, devuelve a los habitantes excelentes servicios de salud, educación y seguridad. En nuestro país tenemos que recurrir a medicina prepaga, a colegios y seguridad privada para poder satisfacer nuestras necesidades, insatisfechas por nuestro $ocio, el Estado.