La educación y las maestras

Termina el verano y empiezan las clases… y la misma pregunta resuena… ¿Empiezan las clases? Los niños que concurren a establecimientos privados ya están preparando las cosas, las madres y padres a las corridas con la compra del uniforme, útiles y materiales. Los de la escuela pública también, pero con otro ritmo… porque socialmente desde los medios de comunicación ya se pone en duda el comienzo.

Una cuestión que es tan privada en otros ámbitos de trabajo, acá se vuelve pública. ¿Cuánto gana un maestro? ¿Cuánto merece ganar? La segunda pregunta es la que más me hace ruido, a mí personalmente. No soy de preguntarle a la gente cuánto gana en general, no me interesa. Sí me interesa saber si está bien, feliz, con lo que trabaja, y si puede vivir con ello. No cuánto gana. Pero en el caso de los maestros es imposible no saberlo. Es cuestión social, en este momento del año particularmente. Decía que la segunda pregunta es la que más resuena, la de cuánto merece, porque considero desde mi humilde opinión que no pueden ganar lo mismo que un empleado de un comercio.

Los maestros no son empleados de comercio, con los cuales tengo simpatía y lo he sido, pero estamos hablando de la función de una maestra, que educa a nuestros hijos y a los niños de nuestra sociedad, les enseña a leer y escribir, pero también valores, costumbres, a comportarse con otros, a obedecer a una autoridad por fuera de los padres, los límites, tan nombrados actualmente. Y, si es una buena maestra, de esas que dejan el corazón y más en la sala, les da el apoyo de una madre, y el ejemplo.

Siendo sinceros, cuántos de nosotros admiramos a algún maestro o profesor que tuvimos, y todavía lo recordamos con una sonrisa. Nos enseñó mucho más que lo que estaba en su programa, a algunos nos dio la base para la vida actual.

Muchas veces los niños encuentran en la escuela lo que no tienen en la casa, llámese contención, cariño, respeto y hasta la atención o el alimento.

Hay de todo, como siempre. Junto a la buena y aplicada maestra, recordaremos a la otra, la que nos gritaba o que no le interesaba si aprendíamos o mirábamos al patio para ver los árboles… que no nos generaba el menor interés para aprender.

Porque enseñar es mucho más que transmitir conocimientos. A los niños, adolescentes y adultos se les brinda una información y ellos la incorporan a sus estructuras. Pero también hay que generar el interés, tener habilidad para ir incorporando o cambiando estrategias, si las que usamos no sirven para llamar su atención. Y para que quiera aprender. Hay quienes ya tienen una curiosidad natural por todo, o por determinadas áreas del conocimiento, pero quizás hay áreas que no le interesan y ahí hay que trabajar para que sean aprendidas.

Lucía, como muchos otros niños, comienza este año la primaria. Está contenta y entusiasmada por conocer a la nueva maestra. Y a sus nuevos amigos, aunque tendrá amigos del Jardín. Quiere comprar útiles nuevos, aunque alguno tiene del año pasado, pero ella quiere que todos sean nuevos porque su colegio lo es. Ya entendió que tiene que usar los que tiene, pero eso fue luego de una gran explicación. Todo esto viene a que imagino su cara si unos días antes de empezar le tengo que informar que no comienza… y es algo que se repite año a año. Lamentablemente para todos.

Sería lo ideal que se valorara el trabajo de todos los educadores, que sean bien recompensados por su esfuerzo, dedicación y trabajo.