Ni una menos 2018: un reclamo que se repite y renueva sobre otros ejes

Se acerca el 3 de junio, fecha instalada en el calendario Argentino con un sentido firme y claro: decir basta de femicidios, basta de violencia contra las mujeres, pero además con la posibilidad cada año de renovar el mensaje o afinarlo.

Quiero contarles que, luego de cuatro años de escribir esta página feminista, fueron muchas las veces en las que me pregunté y repregunté si seguir aportando mis ideas, y muchas otras en las que pensé: “Es más liviano escribir o hablar sobre viajes y turismo en lugar de feminismo”. La palabra es energía pura; hablar de cosas lindas es un tipo de energía pero hablar de lo que daña, de lo que duele, de lo que tenemos que corregir pero a nadie le gusta escuchar, es otro tipo de energía, pero alguien tiene que hacerlo… ¿o me hago la estúpida conmigo misma? Y entre compartir pensamientos… acá elijo estar, sin eludir-me. Entonces, recordé una vez en la que entendí que a las mujeres nos cuesta ser escuchadas y tenemos que repetir y repetir, a veces, el mensaje aunque no nos guste ser repetitivas. Fue hace unos años, presenciaba la grabación de un programa de tv local y, al finalizar la grabación, me consultan sobre el material visto y propongo editar una parte. El conductor del programa asiente. Antes de retirarnos y darnos el último saludo, le recuerdo editar la parte que va del minuto tal al otro minuto. Entonces, él mismo espeta: “¡Ya lo dijiste! ¿Por qué repetís? ¡Yo te escuché!”. Al principio sentí molestia por su modo de decírmelo y quedé reflexionando sobre lo sucedido hasta que comprendí. Ese mecanismo de repetir lo tenía incorporado desde niña, por sobrevivencia, porque nunca me resultó fácil sentir que me escuchaban con una respuesta asertiva, entonces, ahora, acostumbrada a repetir y repetir, ¡me parecía insólito que fuera tan simple! Agradecí, obviamente, esa simpleza y me hice tan amiga que ahora no insisto más; al que quiere oír, que oiga. ¡Excepto con mis hijos! Y voilà… ¡Con el feminismo!

Con el feminismo sí. ¿Por qué? Porque entiendo que es necesario repetir y repetir, porque así lo han logrado otras antecesoras y porque así parece ser que, en algún momento, la ficha cae. Así resultó que finalmente la Legislatura porteña escuchó el pedido de La Casa del Encuentro (ONG que elabora estadísticas sobre femicidios en Argentina), que junto a la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires insistió sobre la Ley Brisa y logró que el año pasado se aprobara la Ney Nº 5861. ¿De qué se trata? De que el Estado brinde una reparación económica a las víctimas colaterales de los femicidios: 3378 huérfanos en Argentina, en su mayoría hijos e hijas que se quedaron sin madre y sin padre (están presos, prófugos o se han suicidado). En enero pasado, el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad anunció que estaba activo el sistema para cobrar esta reparación, equivalente a una jubilación mínima, que es de 7.246,64 pesos. Pueden cobrarlo las niñas, niños, adolescentes o jóvenes cuyo padre haya sido procesado o condenado como autor, coautor, instigador o cómplice del delito de femicidio contra su madre. La reparación es hasta que cumplan 21 años, y, en el caso de tener alguna discapacidad, es de por vida. Por ahora, se han presentado pocos casos para cobrarla, por desconocimiento de esta información; por ello es necesario difundirla e impulsar que esta ley llegue a todo el territorio argentino. Entonces, otra nueva fecha nos convoca, este 3 de junio 2018, y podríamos decir que algunos reclamos son escuchados, como el ejemplo mencionado, pero de fondo la cuestión es lenta: los femicidios y la violencia siguen sucediéndose al mismo ritmo. Si a esto le sumamos la precarización laboral que padecemos hoy, mujeres y hombres, por el aumento de tarifas en desmedro de los ingresos, que no avanzan en la misma proporción, es una fórmula que siempre arroja resultados negativos, ya que la pauperización aumenta la violencia; en definitiva, la pobreza es violencia. Luego, tenemos los reclamos puntuales (seré reiterativa) que tienen que ver con leyes que han logrado equilibrar la desigualdad de género (en países avanzados), como es el caso de las licencias por paternidad equiparadas a las de maternidad. Mientras en la mayoría de los países se ha logrado un aumento de días a favor de que los padres estén más presentes durante el nacimiento de los hijos, en Argentina seguimos en las cavernas. Esto no sólo implica una desventaja femenina en el mercado laboral, que a la hora de evaluar entre una mujer o un hombre con las mismas capacidades, la mujer representa una amenaza por su “posibilidad de embarazo y licencia”, sino que además sigue socavando la construcción de una paternidad responsable. Otro de los reclamos antiguos y vigentes, la despenalización del aborto, tema más que debatido por estos meses. Se vote a favor o en contra, los abortos ya existen y seguirán existiendo. ¿O alguien duda de esto? Defender la vida es un concepto hermoso y estamos todos de acuerdo en ello, pero es un concepto vacío si no lo bajamos a tierra. Me encanta hacer preguntas para seguir reflexionando en torno a este debate, entonces: ¿si una mujer embarazada decide abortar y por ello la consideramos asesina y la enviamos a la cárcel, por qué no criminalizamos también al hombre que participó de ese embarazo? ¡Será porque es más complicado encontrarlo! ¿Les parece justo condenar sólo a una parte? Bueno, por ello es que decimos “no” a la criminalización del aborto. Se me ocurre otra pregunta: ¿defender la libertad, el libre albedrío, no sería parte fundamental de defender la vida? Y otra: ¿si una niña de 10 años es violada por su padrastro y queda embarazada, qué es lo defendible cuando ella no eligió, por supuesto, vivir ese horror? Esta última pregunta tiene que ver con un hecho real y ocurrido hace unos días en Salta (otro horror del mismo tenor que el de Ana María Acevedo en Santa Fe).

[Ver “Por supuesto que sí a la vida”]

La niña de 10 años llegó acompañada de su madre al Hospital Materno Infantil de Salta, con dolores estomacales como síntoma, pero luego de los exámenes resultó que cursaba un embarazo de 19 semanas, producto de haber sido violada por su padrastro. Se solicitó un aborto no punible (contemplado por la ley) pero por cursar más de 12 semanas de gestación (fecha límite para realizar estos abortos, indicado por Decreto 1170/12) se le negó el derecho y está obligada a continuar con el embarazo. Desde diferentes agrupaciones se pronunciaron en contra “porque afecta la salud mental de la niña cursar el embarazo y es un riesgo el parto” (QuepasaSalta.com/Rosario3.com/InformateSalta.com). La restricción de la libertad en la mujer para decidir sobre su vida y su cuerpo, un Estado laico, los femicidios, la inequidad laboral, la desvalorización de la voz femenina en las ciencias, las artes, y diferentes ámbitos, la precarización laboral, la naturalización en la sobrecarga de las tareas domésticas y de crianza, la Ley que no cae sobre padres incumplidores de cuotas alimentarias, la despenalización del aborto, serán algunos de los reclamos que se repiten y repiten a lo largo de estos años desde el movimiento feminista más grande de la historia argentina, con eco mundial. Desde mi espacio, quiero sumar otro reclamo al Estado y sus actuales dirigentes: la histórica reparación que les debemos a ex Veteranas/os de Malvinas que aún no fueron reconocidas/os (ellas fueron las enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas), y el sostén ineludible a las 44 familias del Ara San Juan!

[Ver “Malvinas, mujer y no olvido”]
[Ver “Las Mujeres del Ara San Juan”]

Insistentemente, pediré aún por el abordaje de Educación Sexual Integral en las escuelas, por capacitaciones en perspectiva de género para diferentes ámbitos pero sobre todo en políticos, judiciales, seguridad, educación y salud. Sobre todo a los tres primeros podríamos pedirles que para acceder a funciones públicas deban realizar “prácticas solidarias” durante un tiempo. Este próximo 3 de junio, tenemos una nueva oportunidad de insistir, reiterar y renovar el mensaje, también con el aporte de ideas.