Nuestros héroes

La Guerra en Malvinas duró 74 días, de los cuales hubo 33 de intensos combates. Los combates terrestres fueron sangrientos hasta terminar en lucha cuerpo a cuerpo con bayoneta calada. La mayoría de las bajas argentinas se produjeron por acción de la artillería británica y el cañoneo naval. La mayoría de las operaciones militares se llevaron a cabo entre abril y junio con fuertes vientos que promediaron los 26 km/h con bajas temperaturas y una altísima humedad.

Desde 1982 se han producido más de 500 suicidios de ex combatientes argentinos; no hay estadísticas oficiales, pero la realidad es que han muerto muchos más y no fueron registrados como suicidio, sino como accidentes porque no fueron acompañados por una nota de suicidio. Estudios han comprobado que cada suicidio afecta directamente a diez personas e indirectamente a unas 50.

Un estudio realizado en 1995 reveló que el 58% de los ex combatientes argentinos experimentó episodios de depresión relacionados con el conflicto y 28% tuvo ideas de suicidio.

Los datos antes mencionados son un aporte, con la idea de tratar de… solo tratar de hacernos una idea de las repercusiones psicológicas. Obviamente quienes no estuvimos en Malvinas, quienes no vivimos esos días, nunca sabremos lo que es. Pues los jóvenes que fueron han pasado muchas situaciones consideradas límite, como el frío extremo, el hambre, aislamiento, falta de sueño y el estar alerta 24 horas. Para que nada les pase. Por más que intento imaginarme, no puedo.

He visto documentales, películas, he leído relatos… pero creo que nada sirve para ponernos en el lugar de ellos. Porque hay muchas situaciones que tienen que ser vividas para poder llegar a comprenderse enteramente.

Si hablamos de las consecuencias psicológicas debemos profundizar en el término “estrés postraumático”.

En el diario Infobae del domingo 2 de abril pasado, se habla de los ex combatientes, que aún hoy sufren el martirio de no poder abandonar aquel escenario malvinense de abril de 1982, donde siguen reafirmados como soldados en constante peligro, alerta y lucha.

A un cuarto de siglo, algunos aún siguen re-experimentando el acontecimiento traumático en un sin cesar de sufrimiento a través de pesadillas, flashbacks, problemas de relación, irritabilidad, dificultades para conciliar el sueño, hipervigilancia, sobresalto.

El estrés postraumático, reconocido como entidad nosológica recién en los 80 y cuyo tratamiento fue desarrollado en los últimos años, en especial, tras los atentados del 11 de septiembre y catástrofes naturales como lo fue el tsunami.

Podemos definir el trauma desde Laplanche y Pontalis como: “Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica” (1996, p. 447).

Las características que sobrevienen del trauma son diversas: en primer lugar, está el impacto expresado en términos de cercanía con la muerte o con un evento que amenace la vida; en segundo lugar, se encuentra el estado psicológico del sujeto en el momento que determina su reacción ante el mismo; en tercer lugar, la dificultad o impedimento de la persona para reaccionar adecuadamente, según sus reacciones de defensa habituales o el entrenamiento recibido, y por último, el “conflicto psíquico” que genera en el sujeto al no poder integrar la experiencia de forma consciente (Laplanche & Pontalis, 1996).

Los eventos traumáticos generan pérdidas en el ámbito físico y emocional, llevando al sujeto a un estado de “congelación”, al vivenciar en determinados casos una anestesia emocional, entendida como la descripción de las experiencias de pérdida sin expresiones de tristeza, llanto, infelicidad, repitiéndose múltiples veces sin que esto cambie. Sin embargo, el poder exteriorizar dichas expresiones permite que las personas intenten experimentar nuevamente un sentimiento de confianza hacia los demás (aspecto que se había perdido a causa del trauma), pudiendo empezar a reconstruir sus vidas más allá de la experiencia traumática y del estrés (Shatan, 2000, citado por Orengo & Sabbah, 2001).

El estrés postraumático se manifiesta en distintas graduaciones. Tendencia al aislamiento, insomnio, pesadillas, estado de alerta permanente, adormecimiento emocional, evocaciones de escenas vividas durante la guerra que les aceleran el ritmo cardíaco y les generan angustia y ansiedad son algunos de sus síntomas, que terminan repercutiendo en la vida familiar del veterano.

En nuestro país se han conformado grupos de atención psicológica para soldados. A partir de la necesidad, ya que, como se comenta en un artículo de Página 12, “muchos veteranos argentinos estaban siendo mal diagnosticados. La mayoría de los ex combatientes son hiperalertas: si el profesional no conoce el estrés postraumático puede calificarlo como un paranoide esquizofrénico y medicarlo. Pero la medicación no es la solución en estos casos. Lo importante es que el veterano sepa que tiene este estrés y puede hablar de lo que le pasa con sus pares”, explica Webster, oriundo de Port Angeles, estado de Washington. Durante la guerra de EE.UU. con Corea, Webster tenía 19 años y trabajó en un hospital ubicado en la frontera estadounidense con México, adonde llegaban los soldados mutilados para ser trasladados a otros centros de salud. Era sargento y aquel fue su primer contacto con heridos de guerra. Años después se especializó en trauma y, contratado por la Administración de Veteranos de EE.UU., asistió a sobrevivientes de ese país de diversas guerras. Webster asesoró a los profesionales bonaerenses, de nuestro país, junto con Garry Craig, un veterano de Vietnam, quien todavía sufre las secuelas del PTSD, como se conoce al estrés postraumático en EE.UU. “El trauma nunca puede ser curado. Queda adentro de uno siempre –dice Craig y se golpea el pecho con el puño derecho–. Pero se puede aprender a convivir con él y evitar que se haga más severo. Para el tratamiento son fundamentales los grupos terapéuticos”. También se formaron grupos terapéuticos para esposas de ex combatientes. “El primer efecto de la terapia de grupo de los ex combatientes es que se agudizan sus crisis al empezar a sacar afuera lo que han guardado durante tantos años. Y ellas no sabían cómo contenerlos”, cuenta la psicóloga Marcela Jorge, coordinadora del grupo de mujeres.

Queda mucho para hacer, según mi parecer, para todos los soldados sobrevivientes de Malvinas. La sociedad y el Estado les deben aún el reconocimiento de haber peleado, más allá de que estemos o no de acuerdo con esa guerra; a ellos los enviaron a poner el cuerpo por nuestro país, o la patria, como quieran decirlo. Y ellos aún hoy cargan con las consecuencias psicológicas de haber estado ahí. Como dije antes, considero que es muy difícil para quien no estuvo en Malvinas poder hacerse una idea mínima de lo que se vivió ahí, de lo que tuvieron que pasar y aun hoy pasan los ex combatientes. El reconocimiento público, el abrazo desde la sociedad a su causa, sería un buen avance, además de que cuenten con ayuda psicológica desde la salud pública.

Les debemos un agradecimiento desde el alma de todos los argentinos, a todos los héroes. A nuestros héroes de Malvinas. Que se exprese en palabras, pero también en acciones hacia ellos. Y podemos cada uno desde nuestro lugar empezar a homenajearlos en el día a día.