“Trabajo todo el año en lo que me gusta”

Se trata de una de las imágenes características del verano pinamarense. Muchos los consideran el último fotógrafo de playa. Desde CR, hace poco menos de dos décadas que cubre las temporadas.

En una época que se caracteriza por un crecimiento desmedido de la tecnología, pareciera que la fotografía tradicional está condenada a desaparecer; sin embargo, Hugo Ordóñez es uno de los fotógrafos que no ha sucumbido a la tentación digital.

Con otra temporada en su haber, Ordóñez, a quien Clarín considerara el último fotógrafo de playa, dijo: “Ha cambiado mucho la fotografía, de lo que era analógico a lo que hoy es digital. Yo arranqué con analógico hace muchos años. Teníamos un local en Avenida del Libertador. Casualmente, en ese entonces estaba Estación Marina en la misma galería y cambió mucho. Hoy en día la gente se cree que con un teléfono hacés la misma foto que con una cámara. Lo mío es otra cosa. Yo trabajo con criaturas y esa criatura me trae al padre, a la madre, a la madrina, a la abuela. Cambió mucho, de lo analógico a lo digital. Una cámara analógica (es la cámara con rollo), si la tenés que vender, te dan monedas; mejor quedártela como un recuerdo que venderla por chaucha y palito. Hoy lo digital está de moda, está latente. Las marcas de primera línea, como Nikon y Cannon, se esfuerzan por sacar un producto bueno pero siempre están: que la D90, que la D100, que la D200, que la D300; no te dejan usar una cámara, que te están sacando una cero kilómetro”.

Desde hace años vive la temporada en el balneario CR. A lo sumo, extiende su recorrida hasta los paradores vecinos, como Mama Concert o La Rada, pero su base es CR. El fotógrafo comenzó en la temporada 1999 ó 2000, no lo tiene muy en claro; lo que sí afirma es que ha sido testigo de un sinnúmero de cambios. “Yo vi otro Pinamar. Hoy Pinamar está cambiado. Recuerdo que, cuando pisé estas tierras (no con la fotografía, con otros temas), trabajé en un balneario que hoy desapareció: Puerto Banus, lo derrumbaron, lo tiraron abajo. Recuerdo a las mujeres ir a ver a Julio Bocca al Hotel de Bosque y hoy se arma un escenario a todo trapo y actúan los Wachiturros, por ejemplo… Yo si me adapto a los cambios, si los cambios van para mejor; y, sin desmerecer a los Wachiturros ni a la gente a la que les gustan, yo quisiera volver para atrás y tener el Pinamar que tuve, y no lo que veo día a día: chicos que en pleno enero se baten a duelo en la calle. Esto antes no pasaba. Yo también fui joven, fui a bailar”.

Defensor a ultranza de la fotografía tradicional, entiende que hoy la gente no se da cuenta de que con un teléfono no se hace arte y con una cámara fotográfica, sí. Ni hablar de la rapidez con que una imagen se difunde vía Instagram. Ordóñez sigue observando, siempre hay algo que mejorar, y qué mejor que ver otras fotos y asimilar algún aspecto desconocido, algún truco, de los que nunca faltan.

“Me tocó sacar fotos de famosos pero no escondiéndome, siempre pidiendo permiso: de conocidos, terminamos siendo grandes amigos, como con Carolina Baldini, Ingrid Grudke, muchas modelos que pasaron por mi lente y hoy en día nos llamamos y nos preguntamos todo de nuestras vidas. La modelo no sólo confía en nosotros sino que, como profesional, te puede traer a una chica que recién está empezando, y así sucesivamente. Se va haciendo una cadena que es impresionante. Cuando termina la temporada, acá, en Pinamar, me tomo un tiempito de vacaciones y me voy […] a la nieve. Vos podés sacarte una foto en la playa pero es muy difícil sacártela esquiando, por ejemplo. Trabajo todo el año y trabajo de lo que me gusta”, concluye.