Un malestar que podría haberse evitado

De primar el diálogo y la búsqueda de consenso, la abrupta presencia de los foodtrucks podría haber sido menos lesiva para los intereses de quienes tienen sus emprendimientos gastronómicos en las cercanías de Bunge y Marco Polo.

La presencia de los polémicos foodtrucks conformando un itinerante patio de comidas en el espacio de Bunge y Marco Polo, durante el fin de semana largo y en tándem con el festival de cine, ha provocado la queja de quienes tienen emprendimientos gastronómicos, estables, a lo largo de la Avenida Bunge, principalmente. Si bien la tendencia puede ser considerada una alternativa de futuro, lo que reclaman los empresarios es que por lo menos se esté en igualdad de condiciones, teniendo en cuenta la gran cantidad de exigencias y gravámenes que pesan sobre el sector.

El descontento ha sido canalizado a través de la Asociación Empresaria Hotelera y Gastronómica (AEHG) de Pinamar, que ha incluido el tema en su última asamblea, donde fue discutido y repudiado por los presentes.

José Pablo De León, presidente de la asociación, señaló al respecto: “En principio, yo no sé si no va a volver a suceder. Creo que está bueno que suceda con reglas claras. Así como nos piden a nosotros que aggiornemos nuestro punto de venta, que paguemos nuestros impuestos, que abonemos las tasas, que facturemos, que tengamos posnet, que hagamos los cursos de manipulación de alimentos, contra incendio, entre otros, un sinfín de situaciones que tenemos que cumplimentar para poder abrir un día, un año o una década, lo que corresponde es que sea igual para esta nueva modalidad. Creo que los vehículos que se estuvieron utilizando no son los que están aprobados con normas IRAM, ni con normas ISO, ni con ningún tipo de norma. Son vehículos viejos, reciclados, que no cuentan con ningún tipo de medida de inspección, ni de seguridad y no creo que tampoco estén aptos para poder darles un servicio acorde, de primer nivel, a quienes nos visitan. Es más, en la Argentina hay una sola empresa normalizada, que es Mactrail. Uno de sus carros, sin equipar, vale cerca de 600 mil pesos y, si lo tenemos que equipar, nos cuesta otra cifra similar. Ni pensar en motorizarlo; en ese caso, estaríamos triplicando su valor inicial. Yo quisiera saber si alguien va a invertir esas cifras para hacer ferias itinerantes durante muy poco tiempo, acá, en el partido”.

Para que el resultado sea positivo habría que utilizar un vehículo viejo, poner un monotributista al frente y dejar de tributar los impuestos que corresponden, que es lo que habría ocurrido durante este fin de semana largo, supone De León. La segunda incógnita es conocer cuánto le significó al Municipio este accionar, ya que, cuando las cuentas no le dan, siempre se termina aumentando el módulo y resintiendo el bolsillo del comerciante estable.

“Me parece bueno que no pierdan el espíritu de la ordenanza original que determinaba cuatro plazas itinerantes en lugares que ya estaban aprobados, en los cuales no hubo una sola feria. Si está bueno el sistema, si están aprobados los lugares, por qué no los usaron”, se pregunta.

Con una mirada amplia, De León entiende que cualquiera que cumpla con las normas puede desarrollar una actividad, pero siempre en igualdad de condiciones.

“Estamos de acuerdo con que se haga cualquier tipo de actividad comercial pero, obviamente, con las reglas parejas para todos”, remarca.

José Pablo De León insiste en que desde la institución hay una firme voluntad de trabajar en forma conjunta con el Estado municipal y entiende que, de haber habido diálogo, a lo mejor, esta situación de malestar no se producía.